​​La figura femenina en mi obra es mucho más que un cuerpo:

es un canal de conexión entre lo humano, lo natural y lo invisible.

Su presencia integra y armoniza el lenguaje de los animales, creando un espacio donde la sensibilidad y la ternura se encuentran. Ella encarna la raíz y el origen, el punto de partida desde donde la vida, la emoción y la memoria fluyen.

A menudo la mujer casi se funde con elementos de la naturaleza y con la mirada de los animales, mostrando que no existe separación entre lo humano y lo natural. Sus rostros y sus miradas funcionan como un espejo del alma, reflejando quizás las emociones que los animales portan y amplificando la resonancia de lo que no se dice.

Así, la figura femenina se convierte en mediadora y guardiana de un mundo interior profundo. Su presencia integra la simbología de los búhos y otros animales, mostrando que la sabiduría y la ternura no son sólo atributos de lo que observamos en la naturaleza, sino también del espíritu humano que sabe escuchar y sentir.

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